EL BANQUETE CELESTIAL

Había una vez un maestro sabio y piadoso, conocido en toda la comunidad por su sabiduría y su amor por la enseñanza. Un día, durante sus estudios, el maestro se encontró con un misterioso texto cabalista que hablaba sobre el cielo y el infierno de una manera que nunca antes había imaginado.
Intrigado por estas palabras, el maestro decidió pasar la noche en oración y meditación, pidiendo a Dios que le revelara el verdadero significado de este texto. Después de muchas horas de ferviente oración, el maestro se quedó dormido, y en su sueño, un ángel apareció ante él y le dijo:
"Ven, te mostraré el cielo y el infierno."
Primero, el ángel lo llevó a una gran sala, donde una multitud de personas se encontraba sentada alrededor de una larga mesa repleta de los manjares más deliciosos que uno pudiera imaginar. Sin embargo, los rostros de las personas estaban demacrados y tristes. El maestro se dio cuenta de que cada persona tenía en su mano una cuchara de un metro de largo, lo que hacía imposible llevar la comida a sus propias bocas. La frustración y el hambre llenaban la sala.
"Esto es el infierno," dijo el ángel con voz suave.
A continuación, el ángel llevó al maestro a otra gran sala, casi idéntica a la primera. La mesa también estaba llena de los mismos manjares exquisitos, y las personas tenían las mismas cucharas largas de un metro. Sin embargo, aquí las personas estaban felices, saludables y bien alimentadas. Las risas y las conversaciones llenaban el aire con un espíritu de camaradería y alegría.
El maestro observó con asombro cómo, en esta sala, las personas utilizaban las largas cucharas para alimentarse mutuamente. En lugar de luchar por comer ellos mismos, cada persona tomaba la comida y la ofrecía a la boca de su vecino. Así, todos comían y disfrutaban del banquete.
"Esto es el cielo," dijo el ángel. "El lugar donde las personas entienden que la verdadera felicidad viene de compartir y cuidar a los demás."
El maestro despertó de su sueño con una nueva comprensión. Corrió a la sinagoga y reunió a su congregación para contarles lo que había aprendido. Les explicó que tanto el cielo como el infierno tenían la misma abundancia, pero la diferencia estaba en la manera en que las personas trataban a sus semejantes.
"En el infierno," dijo el maestro, "las personas son egoístas y solo piensan en sí mismas, lo que les lleva a la miseria. En el cielo, las personas comparten y se ayudan mutuamente, encontrando así la verdadera felicidad y plenitud."
Desde ese día, la comunidad del maestro cambió su manera de interactuar. Empezaron a practicar la generosidad y la compasión, ayudándose mutuamente en tiempos de necesidad y compartiendo sus bendiciones. El maestro les recordaba siempre que la verdadera esencia del cielo no estaba en los manjares y riquezas, sino en el amor y el apoyo que se daban unos a otros.
Y así, a través de este cuento cabalista, el maestro enseñó a su comunidad que el verdadero paraíso está en nuestras manos, en la manera en que elegimos vivir y amar a nuestros semejantes.